Las mamas son un tipo especial de glándulas exocrinas que se originan del ectodermo, en la cara anterior del tronco. Constituyen la característica fundamental de los mamíferos, cuyas crías se alimentan de su secreción, la leche materna. En la especie humana sólo hay dos mamas y, así como en la mujer están plenamente desarrolladas, en el varón sólo son rudimentarias.
La unidad básica productora de leche se llama acino. Cientos de acinos se agrupan entre sí formando unidades sucesivamente mayores hasta formar un lóbulo mamario. Una mama tiene 15-20 lóbulos, cada uno de los cuales tiene un conducto excretor (conducto lactífero), que comunica al exterior a través del pezón.
Además de la glándula ("fábrica de leche"), en la constitución de una mama también participan otros tipos de componentes que rellenan los intersticios entre los acinos: son la grasa y el tejido conectivo (por donde discurren vasos sanguíneos, linfáticos y nervios).
El desarrollo de las mamas viene determinado inicialmente por factores genéticos (hereditarios) y posteriormente por factores hormonales. En la mujer se empiezan a desarrollar con la pubertad y concluye hacia los 17-18 años de edad. De forma cíclica con cada ovulación y por efecto de los estrógenos, la glándula empieza a prepararse para un eventual embarazo. En su ausencia, este proceso involuciona coincidiendo con la menstruación. El desarrollo pleno de la glándula sólo llega si se confirma un embarazo y, sobre todo durante la lactancia, cuando ya es capaz de secretar leche. Al dejar de lactar la glándula vuelve a involucionar.
A lo largo de la vida, el aspecto de la mama puede presentar otras variaciones notables debido, fundamentalmente, a fluctuaciones en el peso. Durante la menopausia el componente glandular se atrofia y predomina el componente graso de la mama.
Desde un punto de vista estético, el tamaño y la forma ideal de las mamas no es un valor absoluto. Hay factores raciales, culturales, personales e incluso modas que condicionan este concepto.