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Trasplante de tejidos

La palabra trasplante deriva del latín. Literalmente significa "cambiar de lugar una planta". En medicina, usamos este término cuando cambiamos de sitio un tejido u órgano.

En todo trasplante existe un donante y un receptor. Según su origen hablamos de:

  • Autotrasplante: el donante es la propia persona.
  • Isotrasplante: cuando el donante es otra persona genéticamente idéntica. Esta posibilidad sólo ocurre con un gemelo univitelino.
  • Homotrasplante (alotrasplante): el donante es otra persona genéticamente diferente.
  • Heterotrasplante (xenotrasplante): el donante es un animal.

En la actualidad se pueden trasplantar múltiples tejidos y órganos (piel, grasa, fascia, músculos, tendones, nervios, vasos sanguíneos, cartílago, hueso, etc.).

El trasplante puede estar integrado sólo por un tipo de tejido u órgano o formado por varios tipos (compuesto). Un ejemplo de trasplante compuesto es el trasplante de la cara, que en su variante más compleja puede incorporar piel, mucosa, músculos, nervios y hueso.



Para que el trasplante tenga éxito deben cumplirse dos requisitos básicos:

a) Tolerancia del receptor.

El sistema inmunitario del receptor no tolera que se le implanten tejidos vivos extraños, genéticamente diferentes, provenientes de otras personas (excepto que sea un gemelo univitelino) o de animales. Su consecuencia es el rechazo, una reacción inflamatoria tendente a destruirlo.

En estos casos, el trasplante sólo podría sobrevivir si se aplica un tratamiento agresivo farmacológico y de por vida que cause una depresión de la respuesta inmunitaria.

b) Garantizar el aporte de nutrientes y oxígeno.

Para asegurar que sus células no se mueran por inanición, se debe procurar un adecuado aporte sanguíneo al trasplante (vascularización).

Según cómo se vasculariza un trasplante distinguimos entre injertos y colgajos.


Un injerto es un tipo de trasplante desprovisto de un sistema vascular propio.

Cuando el injerto se implanta en la zona receptora, durante los primeros días tras su aplicación, vive a partir de los nutrientes contenidos en los fluidos que emanan del lecho receptor. Pero esto es sólo una solución provisional.

Para que este tipo de trasplante pueda sobrevivir definitvamente deben formarse nuevos vasos sanguíneos desde la zona receptora, que acabarán creciendo y penetrando en el seno del injerto para permitir su irrigación y, por tanto, garantizar el aporte de oxígeno y nutrientes a sus células.

En este sentido, se puede considerar al injerto como un "parásito" del lecho receptor pues se aprovecha de su circulación sanguínea para sobrevivir. Si la zona receptora está pobremente irrigada será difícil que un injerto "prenda" y acabará muriéndose por falta de irrigación.


Los injertos tienen una composición relativamente simple y suelen estar formados por un sólo tipo histológico. En Cirugía Plástica los injertos más usados son:

  • Injertos de piel.
  • Injertos de grasa.
  • Injertos de cartílago.
  • Injertos de fascia.
  • Injertos de tendón.
  • Injertos de nervio.
  • Injertos de hueso.

Los injertos de piel se indican para cubrir las heridas extensas en la superficie corporal. El ejemplo típico es para tratar la piel quemada.

Los injertos de grasa se usan básicamente de relleno para mejorar el contorno corporal y facial, por problemas estéticos o traumáticos.

Los injertos de cartílago son usados en algunos tipos de reconstrucción facial (nariz, párpados, orejas).

Los injertos de fascia se aplican fundamentalmente para reparar algunos problemas musculares, como es el caso de una parálisis facial.

Los injertos de tendón y nervio se hacen servir en Cirugía Reparadora para tratar problemas neuromusculares.

Los injertos de hueso permiten rellenar defectos de origen congénito, traumático o tumoral de estas estructuras.


Un colgajo es un trasplante que conserva un sistema vascular propio, es decir, un circuito de arteria y vena completo. A diferencia del injerto, un colgajo no debe fabricar nuevos vasos sanguíneos para procurar su supervivencia. 

Los colgajos clásicos son pediculados, es decir, siempre quedan enganchados a la zona donante precisamente por donde le entra su irrigación. A este punto de unión se le llama pedículo. De ahí el nombre de "colgajo", es decir, "trasplante que cuelga de la zona donante por su pedículo". Así, enganchado por un extremo, un colgajo puede ser movilizado por su otro extremo para llegar a cubrir la zona receptora. 

¿Pero qué ocurre si la zona receptora está lejos de la zona donante y el extremo del colgajo no llega a ella?

A veces, se ha solucionado aproximando temporalmente ambas zonas pero a costa de mantener unas posturas forzadas, con la consiguiente incomodidad para el paciente. Este recurso se ha usado, por ejemplo, para cubrir heridas de una pierna con tejidos de la pierna contraria. 

Actualmente, las técnicas de microcirugía han conseguido salvar esta dificultad pues permiten la sección completa del pedículo, cortando su arteria y su vena (desconexión total de la zona donante) y su posterior reparación bajo el microscopio empalmando de nuevo el circuito vascular a una arteria y vena próximas a la zona receptora.

A los colgajos basados en la microcirugía se les llama colgajos libres pues se desconectaron totalmente de la zona donante, en contraposición a los colgajos pediculados clásicos, que quedan enganchados a la misma.


Por su composición, los colgajos pueden tener una estructura compleja, reuniendo incluso varios tipos de tejidos. Los más usados son:

  • Colgajos cutáneos.
  • Colgajos fasciocutáneos.
  • Colgajos musculares.
  • Colgajos musculocutáneos.
  • Colgajos óseos.

Se indican básicamente para cubrir heridas complejas cuando el lecho de las mismas no acepten un simple injerto. También se usan para reparar problemas complejos, congénitos o adquiridos.



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