CICATRICES

Cuando un tejido vivo sufre una agresión se desencadena una respuesta biológica de reparación tisular que culmina con la formación de una cicatriz, tejido formado por fibras de colágeno. 

Al principio, el acúmulo de fibras de colágeno es rápido y anárquico y la cicatriz aparece enrojecida, gruesa y rígida (fase de proliferación cicatricial). A partir de entonces se inicia la fase de remodelación o maduración cicatricial, proceso lento que discurre a lo largo de un año y que consigue reordenar el depósito de fibras para que se dispongan ahora de forma paralela entre sí. Con esta mejora la cicatriz queda de color blanco anacarado, se adelgaza y se vuelve más elástica.

Sin embargo, la cicatriz es un tejido de sustitución imperfecto que nunca tendrá las mismas propiedades que el tejido original lesionado. 

La cicatrización anómala

La reparación tisular es compleja. Aunque se tomen todas las precauciones posibles (adecuado cuidado inicial de la herida, protección solar durante un año, hidratación y masajes locales), el resultado final puede no ser satisfactorio y podemos asistir a la aparición de cicatrices patológicas:

  • Dolorosas.
  • Con cambios de color (hipopigmentación o hiperpigmentación).
  • Dilatadas (diastasadas).
  • Deprimidas (hundidas respecto a la piel vecina).
  • Exageradas o hipertróficas (gruesa, dura, de un color rojo intenso y que asocia picor intenso). Un queloide es un grado extremo de hipertrofia donde el tejido cicatricial se extiende incluso más allá de los límites de la herida original. 
  • Retráctiles e inelásticas, limitando el movimiento de las articulaciones o distorsionando la anatomía local.

Son factores reconocidos que pueden condicionar un mal resultado aquellas situaciones que dificultan la reparación tisular (edad avanzada, malnutrición, inmunosupresión y problemas de irrigación sanguínea locales como ocurre en fumadores, diabéticos, arteriosclerosis y pieles con radioterapia), la exposición solar (favorece la pigmentación) y ciertas localizaciones corporales (espalda, esternón y articulaciones mayores como hombros y rodillas).

¿Cómo tratar un mal resultado cicatricial?

Ningún tratamiento puede borrar la marca de una cicatriz pero podemos provocar una nueva respuesta cicatricial o modelar la existente para mejorar el resultado. Hay múltiples tratamientos a ensayar que pueden indicarse de forma aislada o combinada entre sí: 

  • Revisión quirúrgica: consiste en la extirpación de la cicatriz y nueva sutura. 
  • Presoterapia: consiste en aplicar compresión sobre la cicatriz mediante prendas elásticas de ortopedia. Así, se disminuye la vascularización de la cicatriz y se favorece el remodelado del colágeno. 
  • Láminas y cremas de silicona: su mecanismo de acción es desconocido.
  • Corticoides, en forma de cremas tópicas o por infiltración en la propia cicatriz: bloquean la respuesta inflamatoria. 
  • Radioterapia local: en casos muy seleccionados para tratar los queloides cuando el resto de tratamientos han fracasado.